A veces cuando siento la necesidad de escribir, me pongo
delante de una hoja en blanco, pensando cómo sería la mejor manera de expresar
todo lo que llevo dentro, liberar mis sentimientos uno por uno. Y empiezo a
imaginar cual es la mejor forma de que echen a volar, pero cuando han
transcurrido unos minutos, mi hoja todavía sigue en blanco.
Y pues… terminó analizando que…que a veces sentimos
demasiado y demostramos muy poco.
A veces para entender un poco él porque no salen mis palabras,
comienzo a comprarlo. Es decir, creó que los sentimientos son como escalar una
montaña. Los sentimientos están colgando de aquella cuerda junto con cada una
de las palabras que podría decirte. Te digo una por cada peldaño que vas
subiendo y al mismo tiempo te la interpreto lo mejor que sé. El problema es que
ya no sé cómo interpretar todas las palabras que me gustaría decirte.
Sabes, cuando salgo a la calle, el primero de los deseos es encontrarte con
aquella sonrisa, mirándome, haciendo aquel recorrido entre la gente con
aquellos ojos penetrantes. Porque no importa cuántas miradas ahí que saltar
para que se encuentren las nuestras.
Una vez que estás ahí, pienso que ese será mi día, que me
armare de valor e iré a verte, a hablarte, a contemplar ese aroma tan tuyo. A
que cuando me cojas se me erice la piel, como la primera vez.
Pero ahí estoy yo, justo enfrente e inmóvil. Con la única
esperanza de que seas tú, algo de lo que ya me puedo ir olvidando. Van transcurriendo
las horas, los minutos, los segundos,… Y algo dentro de mí me dice que siga,
que no paré, que corra a buscarte, que te abrace, que te preste mi mano para
caminar juntos.
Y llegando así al ecuador del día me encuentro enfrente de ti.
Tú diciéndome alguna tontería, y yo sonriéndote como una tonta.
https://youtu.be/mvVyWReS6-Q