sábado, 2 de junio de 2012

Y cuanto más imposible es, más quieres tenerlo cerca.


Tienes ganas de decirle algo, algo innovador, algo que nadie le ha dicho. Pero tienes miedo, miedo a una falsa reacción, sabes que no hay vuelta atrás, que de haberlo sabido no hubieras  movido ni un solo dedo, para estar a su lado. Recuerdas cada momento, dicen que las cosas bonitas hay que vivirlas dos  veces, pero no siempre se puede.
Sus labios están fríos, distantes, pero apenas unos centímetros os separan, quieres perderte, no existir. Empiezas a odiar que el corazón te lata a mil por hora, que las piernas te tiemblen, que no te salga la voz, que te sonrojes, y desearías no poder mirarlo. Lo odias. Es absurdo, porque antes cuando todo salía bien, te encantaba mirarle, sonreías con apenas oír su nombre, te sonrojabas al verlo, cuando te llamaba, cuando hablabais. Y lo cierto es que desearías volver a sentir el corazón a mil por hora, que no te salga apenas una palabra, que te tiemblen las piernas, porque al menos así, sabes que por muy absurdo que sea, lo quieres. Lo quieres con todas tus fuerzas. Y cuanto más imposible es, más quieres tenerlo cerca.